Síndrome del impostor

¿Alguna vez tiene sentido que no mereces tus logros, que estás donde por pura suerte y que, en cualquier momento, alguien descubrirá que no eres tan bueno como los demás creen? Si es así, no estás solo. Esta sensación tiene un nombre: síndrome del impostor.

Tal y como explica Álvaro Narvaiza en su artículo: «El síndrome del impostor: cuando nos sentimos que engañamos y creemos que somos un fraude», se trata de un conjunto de síntomas emocionales, cognitivos y conductuales que llevan a la persona a creer que no es merecedora de su éxito. Quienes lo experimentan suelen pensar que su puesto laboral o académico es fruto del azar, que no están realmente capacitados y que, tarde o temprano, serán descubiertos como un «fraude».

Este fenómeno no distingue entre profesionales altamente capacitados, estudiantes brillantes o personas con talento en diferentes áreas. Puede afectar a cualquiera, incluso a figuras reconocidas y de éxito. Sin embargo, la buena noticia es que el síndrome del impostor no refleja la realidad, sino una percepción distorsionada de uno mismo.

En este artículo, exploraremos por qué surge esta sensación y, lo más importante, cómo superarla para recuperar la confianza en nuestras propias capacidades.

¿Por qué sentimos que no somos lo suficientemente buenos?

El síndrome del impostor no aparece de la nada. Se origina a partir de creencias y experiencias que moldean nuestra forma de vernos a nosotros mismos. Diversos estudios en psicología han identificado varias causas que explican por qué muchas personas experimentan esta sensación de no ser merecedoras de sus logros.

1. Las creencias aprendidas desde la infancia.

Desde pequeños, absorbemos mensajes sobre lo que significa el éxito y el fracaso. Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, propone la Teoría de la Mentalidad de Crecimiento. Según ella, hay dos formas de entender nuestras capacidades:

  • Mentalidad fija: Creer que la inteligencia y el talento son innatos e inmutables.
  • Mentalidad de crecimiento: Creer que las habilidades pueden desarrollarse con esfuerzo.

Si de niños recibimos elogios únicamente por ser «inteligentes» en lugar de por nuestro esfuerzo, podemos crecer pensando que cometer errores es un signo de incapacidad, lo que nos vuelve inseguros al enfrentarnos a nuevos retos. Por ejemplo, un estudiante que siempre ha sacado buenas notas sin mucho esfuerzo podría sentir que si tiene que esforzarse demasiado en la universidad, significa que en realidad no es tan inteligente.

2. El perfeccionismo y la autoexigencia extrema.

Las psicólogas clínicas estadounidenses Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes acuñaron el síndrome del impostor en 1978, al publicar The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention (Clance & Imes, 1978), identificaron que muchas personas que lo padecen tienen altos niveles de perfeccionismo. Creen que deben hacer todo de manera impecable y, cuando no lo logran, dudan de su propia valía. Veamos un ejemplo, un profesional que recibe elogios por su trabajo, pero se enfoca solo en los pequeños errores que cometió, minimizando sus logros y atribuyendo su éxito a la suerte o a la ayuda de otros.

https://blogpsicologia.copmadrid.org/el-efecto-venus-y-el-sindrome-del-impostor

3. Comparación constante con los demás.

La Teoría de la Comparación Social de León Festinger (1954) explica que las personas evaluamos nuestro propio valor en función de cómo nos comparamos con los demás. Si nos rodeamos de personas talentosas, podemos sentir que no estamos a la altura, olvidando que cada uno tiene su propio proceso de aprendizaje y crecimiento. Un ejemplo de ello reflejaría a un joven emprendedor que se compara con figuras de éxito en redes sociales y siente que nunca será tan bueno, sin darse cuenta de que está viendo solo una versión idealizada de sus vidas.

4. Experiencias en el entorno laboral o académico.

El contexto en el que nos desarrollamos también influye. Ambientes altamente competitivos, críticas constantes o falta de reconocimiento pueden alimentar la sensación de no ser suficiente. Además, según la Teoría del Aprendizaje Social de Albert Bandura, aprendemos observando a los demás. Si en nuestro entorno vemos que otros parecen confiados y exitosos, podemos creer que somos los únicos con dudas, aunque en realidad muchos también las tengan. Por ejemplo, un recién ascendido en una empresa que siente que no está a la altura porque ve a sus compañeros con más experiencia desenvolviéndose con seguridad, sin saber que ellos también han tenido sus propias inseguridades en su momento.

Un pensamiento distorsionado, no una realidad.

El síndrome del impostor se basa en percepciones erróneas sobre nosotros mismos. No es un reflejo de nuestras capacidades reales, sino el resultado de creencias aprendidas, autoexigencia extrema y la tendencia a compararnos con los demás.

La buena noticia es que podemos cambiar nuestra forma de pensar y aprender a valorar nuestro esfuerzo y logros. En la siguiente sección, veremos cómo superar esta sensación y recuperar la confianza en nuestras propias capacidades.

Cómo superar el síndrome del impostor y recuperar la confianza en ti mismo

Si alguna vez has sentido que no mereces tus logros o que, en cualquier momento, alguien descubrirá que “no eres tan bueno como creen”, es hora de cambiar esa percepción. El síndrome del impostor no define tu valía; Es solo una trampa mental. A continuación, te comparto estrategias prácticas para enfrentarlo y fortalecer tu confianza.

Identifica y desafía tus pensamientos limitantes

El primer paso para superar el síndrome del impostor es reconocerlo. Muchas veces, los pensamientos negativos aparecen en el piloto automático, nos decimos a nosotros mismos cosas como: “Seguro que tuve suerte”, “Cualquiera podría haberlo hecho” o “No sé lo suficiente, en cualquier momento lo notarán”.

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), desarrollada por Aaron Beck, sugiere que estos pensamientos automáticos distorsionan la realidad. Para combatirlos, deberíamos hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué pruebas tengo de que esto es cierto?, si un amigo pensara esto de sí mismo, ¿Qué le diría? o ¿Qué evidencia hay de que soy competente y merezco estar aquí?

Vamos a ver dos ejemplos prácticos que puedes transferir a diferentes situaciones reales:

A)- Un estudiante universitario recibe una beca y piensa: «Seguramente se equivocaron, había candidatos mejores que yo.» Para desafiar este pensamiento, puedes recordar que la beca se otorga con base en méritos objetivos, como calificaciones y logros, y que su esfuerzo ha valido la pena.

B)- Una emprendedora lanza su primer negocio y duda de su capacidad para gestionarlo. Piensa: «No tengo suficiente experiencia, en cualquier momento todo saldrá mal». Para contrarrestarlo, puedes hacer una lista de las habilidades que has desarrollado, los cursos o preparación que has tenido y recordar que todo emprendedor aprende en el camino.

Confía en ti y comparte tu experiencia

El síndrome del impostor puede hacernos dudar de nuestros logros, pero recuerda: no eres un fraude, solo estás subestimando tu propio valor. Superarlo no significa dejar de tener dudas, sino aprender a gestionarlas y reconocer que mereces estar donde estás.

Si ya pasaste por esto y lo superaste, me encantaría leer tu experiencia y tus reflexiones en los comentarios, ¿cómo lo has superado?, ¿qué estrategias te ayudaron a recuperar la confianza?

¡Recuerda que compartir tu historia puede inspirar a otros a dar el siguiente!

Gracias por leer, y no olvides que el cambio comienza contigo. ¡Hasta la próxima!

1 comentario

  1. Es posible, que muchas veces nos hallamos equivocado tanto, en ver cómo valorar estos detalles en los niños cuando son estudiantes
    Creo que todo lo que explicas es muy bueno e interesante

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